26 de junio de 2007

La radio emocionante de Davila



POR MANOLO FRAGA PERIODISTA

Olía a café y croissant, hoy cruasán. Pero no es el mismo, hay veinte años entre el bollo en francés y en español. Nada, como dice el tango; mucho, como dice la memoria; y todo, como dice la vida. El aroma de las tazas humeantes que subían del Amsterdam de la Plaza Roja se metía por el micrófono del estudio. ¡Cómo reconfortaba! No había tele por la mañana y el color aún estaba en la radio. Nos levantábamos con la saga de los Porretas y no con esos opinadores que de todo entienden. La noticia estaba en la merluza y los grelos de la plaza de abastos, y menos en su precio. Escuchábamos con atención las quejas que llegaban del hospital. Se conectaba con la unidad móvil, algo llamativo pero también una incertidumbre, porque nunca se sabía si la móvil entraría a la primera; ahora se conecta con un móvil. Incluso se radiaba la misa de la catedral y de las Ánimas. Y sorteábamos electrodomésticos o vinilos; poníamos o pinchábamos canciones, que no temas; se daba la guía comercial en directo, a dos voces y con música de fondo (textos, decíamos); y las grabaciones estaban en cinta abierta. Por supuesto no había noticias a las horas, como mucho, los pitos de Madrid.

Por aquella radio de ondas medias y vitales se colaba la voz de Santiago Davila, la última voz grave de la radio convencional. Continuidad, algún tráiler, deportes, retransmisiones, programas, comerciales, y musicales también, hizo el popular locutor. Radio de texturas y sonidos, de tonos y de fondos, de careta y pie, de palabras con cuerpo y frases con adjetivos, de química y física, de amistades y de amores, de oyentes y escuchantes, de auténtica magia cuando se encendía la luz roja? Radio "de hablar con la gente", como escribió en este mismo periódico -hace dos años ya- Isabel Freire, su compañera de micro en Radio Galicia (SER) y en la Radio Galega (la autonómica). Por aquella radio de emociones, y emocionante, transitó Santiago, con vocación ejemplar y obsesión por hacerlo mejor cada día. Fue su legado a la profesión.


Publicado en "El Correo Gallego" el 26 de junio de 2.007

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